Hartazgo, hastío, pesadumbre, apatía, frustración, desolación, impotencia, … la cantidad de adjetivos calificativos con carga negativa que minan el sentir de la devota afición franjirroja se quedan cortos, hasta el punto de hacer esa lista eterna. Pueden sumar tantos como quieran, apuesto a que encuentran más de uno.
Desde una mala gestión, pasando por el bochornoso estado del Estadio de Vallecas, hasta el último escalafón, el que más repercute al fin y al cabo: el deportivo. Todo suma para que la afición esté como está. Ver jugar al Rayo Vallecano esta temporada no es nada agradable para sus hinchas, a excepción de un par de partidos donde el equipo fue muy superior a sus rivales, paradójicamente Getafe y Cádiz, que ahora ocupan los primeros puestos de la clasificación.
El Rayo de Baraja es más ordenado atrás que el de Sandoval, no quiere tomar riesgos innecesarios en defensa y busca controlar el partido con un ritmo tedioso. Así funciona a rasgos generales la Segunda División. Para muestra, los dos últimos partidos de los franjirrojos ante Levante y Zaragoza. ¿Se aburrieron? Apuesto que sí. Lo peor de todo es que ambos fueron derrotas, porque lo único que haría pasable ese fútbol infumable es ganar, y en ambos partidos no se ha hecho.
No me sirven esas excusas apelando a la mala suerte, al error de Gazzaniga o la falta de puntería de los delanteros. No. Un equipo ganador tiene que ganar, y no hay coartadas que valgan. ¿Qué el Rayo Vallecano no fue inferior ni a Levante ni a Zaragoza? Correcto. ¿Qué el Rayo Vallecano no ganó ninguno de los dos partidos? También correcto. ¿Entonces, dónde está el problema?, ¿el estilo de juego o que la plantilla está sobrevalorada? Posiblemente sea un poco de todo.
Lo cierto es que el año 2016 ha sido nefasto para el Rayo Vallecano. Pero lo peor, y mucho me temo, es que aquí no acaba la aventura, salvo cambio radical. El mes de enero y sus fichajes invernales tienen que ser la clave. El Club debe tener el valor para dar salida a esos jugadores que no rinden (o no quieren rendir) y fichar otros que quieran jugar al fútbol. Cambio radical, vaya.