Era el día 1 post-Embarba, una de esas noches con aroma a poco importante, pero que se acaba volviendo ilusionante. Tal vez por el ambiente, tal vez por ese ‘algo’ que tiene Vallecas, pero se pasó de la indiferencia a la milicia. Del “da un poco igual” al “a por ello”.
Jémez resucitó viejos esquemas, apostando por el doble lateral izquierdo (Luna-Saúl), por Martín en la zaga y Ulloa en punta. No estaba Isi, pero debutaba De Frutos de inicio.
Sobre el tablero, la partida de ajedrez arrancó lenta, tosca. Posesiones largas, imprecisiones y pocos ataques. El Betis hacía novillos sobre el área de Morro y el Rayo, nutriéndose de la pasividad verdiblanca, sacó a relucir su mejor fútbol, haciendo una de las mejores actuaciones -si no la mejor- de la temporada.
Los cañones del Santa Inés tardaron en perforar madera, pero lo hicieron. En el primer minuto de la segunda parte Catena remató en el segundo palo un balón de Montiel desde la esquina. No estaba Embarba, pero el ’28’ envió un caramelo que el central no podía desperdiciar. Paradojas de la vida que, el día en que se fue su habitual sacador, el Rayo marcó de córner.
A partir de ahí el Betis metió la quinta y asedió la meta rival. Fekir se plantó en un mano a mano ante Morro, pero el canterano se lució y desvió a córner. Brillante tanto él como Montiel. Las puertas de la cantera siguen sonando fuerte.
El vaivén ofensivo continuaba, convirtiendo el envite en un box to box al más puro estilo inglés. Joaquín, Loren y Tello entraron en el conjunto andaluz. Rubi, con todo a por todo. Le funcionaría.
Los balones morían en las manos de Morro o, en su defecto, estrellándose con el duro muro del Estadio de Vallecas. Montiel se marchó ovacionado por su gente, por su barrio, en la imagen más emotiva de la noche.
Y justo un minuto después, centro raso de Borja Iglesias y Joaquín, incombustible a sus 38 años, ejecutó a placer con la diestra. Loren, en el 88′, la estrelló en el palo. Fueron minutos de agonía para la parroquia local, pero el partido se iría a la prórroga, segunda del Rayo esta temporada tras la de Tarazona.
En el 97′, Loren, recibió un balón de Aleñá y, desde dentro del área, se giró y la puso en el palo contrario. Imposible para Morro. Álvaro García tuvo el 2-2 en un robo a Dani Martín, pero cuando ya solo faltaba empujarla, se escurrió. Insólito.
La orquesta de Vallecas tocaba mientras se consumaba el hundimiento. Se caía con dignidad, mostrando pundonor y garra, pero el físico no daba para más. No quedaba gasolina.
O sí. Advíncula hizo un derroche de valentía y coraje para, tras una jugada espectacular en la derecha, servir en el 118′ un balón raso dentro del área. Marcó Andrés Martín, la empujó Andrés Martín. Locura absoluta. Penaltis.
Ganaba el sorteo el Betis, que escogía lanzarlos en el fondo del muro. Vallecas en pie. Un ambiente único.
El primero, Joaquín. El capitán se apretaba el brazalete, semblante serio, pero disparo defectuoso. Lo tiró alto. Por el Rayo, Mario Suárez, a dentro.
El siguiente turno sería para Loren, que la mandó a la escuadra derecha, imparable. La réplica vallecana la pondría Pozo, fuerte y a su izquierda. Gol.
Iría Alená por el Betis, también con la diestra y mandándola al fondo de las mallas. La presión para el Rayo era constante, pero los de Jémez no se achicaban. Gol de Saúl.
El cuarto verdiblanco sería para Tello. Balón en el punto de los 11 metros, cinco pasos, mirada firme. Disparo alto. A las nubes. El Rayo lo acariciaba con la punta de los dedos.
Era el momento del barrio. Iba Catena, héroe del partido e ídolo de la temporada. Lo quería.
Todo el estadio en pie, calma tensa, suspiró el central y golpeó. Gol. Temblaban las gradas, consecuencia de aquello llamado Rayo Vallecano. La franja estaba en octavos. Era una realidad.
En una de esas noches que parecían poco importantes el Rayo volvió a ser el Rayo. Un equipo con alma, con garra y con coraje.
La franja ha vuelto.