OPINIÓN
Uno ya no sabe si apelar a la mala suerte, a la dinámica negativa, la maltrecha psicología vallecana o que el equipo no vale para competir en Segunda División para explicar todo el dolor que está emanando a borbotones este Rayo Vallecano 2016/2017. Una temporada de mierda, un Rayo para olvidar y una franja que cada vez duele más.
Uno no sabe cómo explicar a las 500 almas franjirrojas que estuvieron en el Coliseum la cruel derrota del Rayo, en el minuto 89 y en propia puerta. Un balón que entró al fondo de las mallas y conforme traspasaba la línea de gol de Gazzaniga, un dolor agudo y punzante se clavaba en esos 500 corazones de la grada del Alfonso Pérez. Y en el tuyo, que estarías en casa, o en el bar, pegado al televisor sin dar crédito al dolor que ese momento suscitaba la franja.
El descenso a Segunda B es más que una posibilidad. El drama de la institución franjirroja está latiendo con fuerza conforme avanza la temporada, y junio está a la vuelta de la esquina. Aquellos que hemos visto jugar al Rayo en Segunda B no queremos volver a sentir ese penetrante y violento dolor del descenso al infierno, afilado, punzante y muy doloroso.
La cofradía del clavo ardiendo
El halo de esperanza, el hilo de ilusión que nos queda se llama Míchel. Todos somos Míchel. El dolor con el que el sábado nos fuimos a la cama tiene un bálsamo llamado Miguel Ángel Sánchez Muñoz. Su dolor es nuestro dolor, su porvenir es nuestro porvenir, sus victorias serán las nuestras.
No nos queda otra que pintarnos la cara con marcas de guerra, apretar bien los puños y darlo todo en las 15 eternas jornadas que restan para acabar la temporada: 15 partidos en 3 meses y medio que serán claves para el futuro de la franja.